Delante
de Rosita camina el andador. Lo sacude, lo zarandea de un lado a otro
frenéticamente, y él se la banca.
-Es mi
primera salida. Bah, la segunda –dice, con una sonrisa que no grafica tres
huesos quebrados tras un paso en falso para bajar una escalera.
La
llamé para preguntarle si los jardines de infantes para los que había juntado
juguetes el día del niño, en Pelthom Bar, andaban necesitados de algo más. Y
aunque el micrófono de mi celular me viene jugando malas pasadas (sobre todo
cuando estoy en el tren y sólo vuelve a funcionar para que mi interlocutor
escuche el “la puta que lo parió”), hice bien.
Al
Jardín 902, creado hace 28 años con el viejo Plan Sarmiento, asisten 440 niños
que lo convierten en el segundo más populoso de José C. Paz. No sólo van los
que viven alrededor, en el barrio San Fernando, de Vucetich. Chicos de San
Atilio, en el límite con Derqui, llegan hasta el 902, por ser el más cercano en
la laboriosa avenida Croacia.
Aunque ofrece
desayuno o merienda según el turno, sólo tiene cupo y recibe dinero para darle
el almuerzo a 280 chicos. Con la comida que obtiene para los 280 (cada vez menos
carne, cada vez más fideos o arroz que tratan de enriquecer con acuerdos y solidaridad de los proveedores),
comen los 440. Lo hacen en las aulas, como medida para controlar que los
duendes se alimenten y no guarden la comida en tapers, sí, tapers, bien en criollo,
recipientes que los padres les dan para que guarden algo para sus hermanitos.
-Nunca
me voy a olvidar de un chiquito que decía que era culpable –recuerda Rosita,
quien casi fue una de las maestras fundadoras y es recordada hasta por las
baldosas. Y durante el relato, su sonrisa se desdibuja, aunque sus ojos color de océano brillan con mayor intensidad. –Decía que tenía la culpa porque al hermano,
cuando se lo llevaron preso, él no alcanzó a avisarle que la policía estaba en
la puerta. Cinco años, tenía.
Ella y
las actuales docentes del Jardín 902 no son maestras. Son magas. No comparten
por Facebook imágenes conmovedoras de la pobreza o páginas de protestas alicaídas. Ellas meten a diario
las patitas en el barro y, cuando Alvarito y José Luis, dos hijos de familia
cartonera, van a la escuela con zapatillas rotas o talle 42, juntan guita, se
meten en sus hogares, mueven el culo, putean al viento.
-Hay
chicos que dejan de venir, o no vienen los días de lluvia. Cuando vos empezás a
indagar entre los padres, descubrís que les da vergüenza contar que no los
mandan porque no tienen calzado. A veces no tienen medias, a veces los zapatos
de los padres les chancletean, son más grandes que sus piernitas –relata Débora, directora desde hace un año.
Así es
que el domingo 30 de septiembre, en el próximo evento de Tu Tiempo es Hoy, el
primero que va a contar con una obra de teatro (la de los Súper Pipiolos, la
que nos va a hacer descostillar cual Adán, pero no de la Biblia, sino de la
risa), además de las actuaciones de las bandazas Mandarina Herer y NuestroCrimen, vamos a juntar calzado en EQ (Sobre Avenida Perón, a metros de la ruta 197, en José C. Paz). Calzado y medias.
¿Es
fácil conseguir zapatillas para chicos? ¿Busco en casa? ¿Compro si no tengo? ¿Cuánto
calza un nene de Jardín? No sabría decirte. Pero los vi corriendo y eran
chiquitos, eh. Yo los vi entrando a buscar el cuaderno a lunares a la
Dirección. Los vi sonriendo, titilando como luciérnagas, jugando con pelotas en
las que va el sueño de varios, preparándose para ser hombres mujeres que
llevarán a sus hijos al Jardín 902 y sudarán para que tengan algo en los pies.
O no. Depende del ejemplo de sus maestras, las heroínas. Y de ustedes y
nosotros, los soñadores.
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