Por Yasmín Olid
Uno puede escribir por muchas razones. Para desahogarse,
porque quiere que alguien o muchos entiendan, para generar algo. Hoy es una de
esas veces que necesito sacar muchísimas cosas de adentro y que alguien
reaccione, aunque sea solo uno. Con eso me sobra.
Ayer volví después de mucho tiempo al comedor “Matías,
primero los niños” de Raúl y Silvia, necesitan una mano para cocinar durante
estos meses y Tu tiempo es Hoy se dividió en grupos para dar una mano. No me
podría haber tocado mejor equipo: Facu pelaba cinco zanahorias cuando yo recién
iba por la primera y se cocinó 34 paquetes de fideos en lo que yo tardo en
hacer medio. Ari, como siempre, estuvo en todo. Se repartió para jugar con los
chicos de Facu, cortar cebolla, charlar, buscar los tuppers y ollas de los
chicos que iban llegando en busca del guiso y ver qué más necesitab a Silvia.
Pao anotaba los talles para conseguir zapatillas, Emi llegó el momento justo
para ayudar con los zapallos. Cada uno tenía su rol o varios, pero todo
funcionó perfectamente.
Al mediodía llegaron unos 15 chicos de la Escuela N°16, de Merlo, que venían a traer alimentos no perecederos y conocer el comedor, era el
resultado de un trabajo práctico que después tenían que presentar. Me tocó
explicarles con Raúl dónde estaban, cuál era la realidad que los rodeaba, el
esfuerzo que hace Silvia, cómo podían ayudar, y cuánta respuesta a sus
preguntas pudiera darle. Al principio costó. Tímidos, un poco conmovidos, no
querían hablar; un par hasta tuvieron que alejarse por la vergüenza de las
lágrimas que asoman en momentos incómodos.
Mientras les explicaba que no tenían que sentirse mal o culpables de lo que tenían, que al contrario podían hacer un montón de cosas
para ayudar como contarle todo lo que vivieron ese día a los chicos de otros
años, me acordé de la primera vez que fui a Chaco. Se me vino a la cabeza esa
sensación de no poder contener todo lo que me estaba pasando, de no entender
porqué algunos tienen tanto y otros tan poco, volví a sentir esa impotencia y
bronca de querer solucionar todo lo que estaba viendo y no poder.
Como alguna vez alguien se me acercó y me explicó lo que
sí podía hacer, les conté a esos chicos mi experiencia, les dejé el contacto de
Tu tiempo es Hoy.
Volví a la cocina con Silvia y me di cuenta de algo que
ya sabía, y aunque no creo en máximas, esta es real: Las personas que menos
tienen (materialmente), que más obstáculos (y de los grosos) enfrentaron en la
vida, son los que más hacen por los demás. Será porque vivieron en carne propia
lo que ven, será porque son personas especiales y están a un nivel superior en
muchas cuestiones, será porque tienen otra forma de ver la vida, no lo sé… pero
es imposible hablar de ellos dos, de Guadalupe y su Fundación Aprendiendo a Aprender, sin que me vuelva a brotar el
llanto. Porque cuando volví me fui a la casa de mis viejos para que me
abrazaran. Y lloré, mucho, muchísimo, hasta que me quedé dormida.
A la ida con Ariel nos la pasamos hablando del Mundial,
de la alegría y lo feliz que nos estaba haciendo a todos los argentinos el
fútbol, esa cosa tan hermosa que juego, que miro y me regala tardes
increíbles con amigas. Cuando llegamos, todo eso quedó en un tercerísimo o
cuarto plano. No quiere decir que hoy no aliente, no me desviva y grite durante
cada segundo del partido. Pero mañana, pasado, traspasado, Argentina sigue
siendo Argentina, quizás (ojalá) con un festejo más en el haber. Y el comedor de Silvia, la
fundación de Guada y los miles de lugares y personas que laburan todo los días
para que otros coman, aprendan, salgan de las drogas y millones de cosas más,
siguen estando.
Por eso te propongo algo: festejá, gritá, corré de rodillas
hasta el Obelisco, pero cuando todo eso pase acordate que hay mucho por hacer y
es súper sencillo. Silvia, Raúl, Guada lo hacen todos los días, no hay
excusas. La mejor promesa que podés hacer hoy por la Selección es que si “pasa
lo que todos queremos que pase”, vas a salir a dar una mano a los muchos que la
necesitan. Pero OJO, para prometerlo, hay que sentirlo.